En ‘Wicked’, la historia de las brujas del reino de Oz se convierte en una historia épica sobre la amistad y el amor. Todo, en un espectáculo brillante.
Estrenado en 2003, Wicked es uno de los musicales más queridos y longevos de la historia de Broadway. Por lo que el reto de su adaptación cinematográfica se encontraba, precisamente, en lograr el equilibrio perfecto entre una historia emocionante y un buen espectáculo. La película de Jon M. Chu no solo lo logra. También, le brinda una nueva y esplendorosa personalidad a esta reinvención del mundo del Mago de Oz, que ya llega a su tercer formato. Lo que es de agradecer, siendo la obra de origen una de las más queridas por el público desde hace más de veinte años.
Sin embargo, el guion de Winnie Holzman y Dana Fox toma el conocido relato de una amistad malograda para convertirlo en una épica acerca de la lealtad. No solo entre amigos, sino también a los ideales del reino de Oz. Este, convertido para la ocasión, en un contexto brillante y rico en detalles que dibujan una mitología completa. Wicked aprovecha el escenario del libro de Gregory Maguire — del que toma partes enteras — y también el guion del espectáculo teatral para crear un paisaje de ensueño. Parte de lo llamativo de la adaptación es que el director tiene una gran sensibilidad para mostrar la magia en guiños y detalles encantadores.
De los cielos azules en los que las nubes curvas tienen un aire casi infantil hasta los coloridos campos y valles de Oz. El reino mágico tiene una vitalidad visual que le da el toque de territorio de leyenda. Quizás, se lamenta un poco que todo el detalle del paisaje general de Oz parezca levemente artificial en algunas ocasiones. Eso a pesar de que es notorio que la mayoría de los decorados son reales y es evidente cuando lo son. Pero no se trata de un problema que afecte a la cinta. O no tanto como para resultar un obstáculo para disfrutar de la trama.
Otro inconveniente en el apartado visual es el tocante a la iluminación. Varias de las secuencias centrales tienen claras dificultades para destacar a sus personajes. En especial a Elphaba (Cynthia Erivo), cuya piel verde en ocasiones parece ser complicada de resaltar. El resultado es una serie de hermosas secuencias en que hay un molesto contraluz o, en el peor de los casos, un uso de los cuidados escenarios que deja que desear.
Dos amigas de mundos muy distintos
Parte del encanto de Wicked reside en su capacidad para ser tanto entretenida como emotiva, sin caer en el melodrama. Por supuesto, todo el peso del relato se encuentra en sus personajes principales. De la misma forma que en el libro y la obra de los que procede, la película comienza brindando algo de contexto con respecto al mundo de Oz y sus brujas. Pero además, dejando claro que lo que se contará expande enormemente la historia que incluye a Dorothy.
Como el material que adapta, la cinta cuenta la historia de Elphaba y su llegada a la Universidad de Shiz, en la ciudad de Gillikin en el reino de Oz. Aunque en la obra de teatro se muestra poco qué se enseña en el legendario lugar, Wicked toma parte del libro origen, para dejar claro que es una prestigiosa escuela de magia, además de ciencias avanzadas. De hecho, la película concibe a la institución como una especie de versión luminosa y atemporal del icónico Hogwarts. Una comparación obligada en la que Shiz sale perdiendo por tener un aire un tanto genérico.
Dos brujas destinadas a ser inseparables
Como es de suponer, la cinta se sostiene sobre los hombros de sus protagonistas y varios de sus mejores momentos se los debe a la química entre el elenco principal. Elphaba comienza como una figura tímida y que se siente fuera de lugar. Y no es para menos. La hija del gobernador Thropp nació con una inexplicable piel verde que, muy pronto, se convierte en motivo de burla y soledad. La analogía con el racismo es evidente y, una vez que la cinta entra en sus mejores momentos, demuestra que puede manejar un tema tan complicado con habilidad e ingenio.
Pero más allá del rechazo, Elphaba también debe lidiar con capacidades misteriosas que el personaje comienza a descubrir casi por accidente. El argumento es inteligente al mostrar que lo que hace distinta a la bruja no es solo su color de piel, sino cómo se adapta a su poder. La actriz brinda a su personaje una rara torpeza, como si no estuviera cómoda en ninguna parte. Lo que la convierte, antes o después, en una superviviente frente a un mundo hostil.
Luz y sombras en el reino de Oz
Al otro extremo se encuentra Galinda Upland, futura Glinda, la Bruja Buena, interpretada por Ariana Grande. El personaje llega al cine con todo su sentido del privilegio y la popularidad, lo que hace que la intérprete le brinde un cierto aire de abeja reina con temperamento caprichoso. Grande tiene buenas ideas sobre su bruja, pero, en ocasiones, pareciera que más allá de aportarle su prodigiosa voz, tiene problemas para entender su dualidad. A saber: que, siendo frívola y superficial, es también capaz de conectar con Elphaba, mucho más dura y controlada.
Con todo, la cantante afronta el reto con entusiasmo y su Galinda es una figura amable, con momentos irritantes. Hace un decidido intento por hacerse amiga de una personalidad difícil como la de la bruja de piel color verde. El director logra captar la amistad y el vínculo entre ambas no solo en los números musicales que comparten, sino en las escenas en que Elphaba y Galinda son dos chicas que se apoyan la una a la otra.
Los clásicos personajes llegan al cine
Uno de los puntos más interesantes de Wicked es, sin duda, su capacidad para dar un nuevo aire a figuras que llevan más de treinta años siendo icónicos en la cultura pop. El guion hace un buen trabajo en brindar nuevas facetas a cada uno. A pesar de lo extenso del mundo — y situaciones — que cuenta, la película tiene tiempo para explorar al menos por un momento en sus rostros más conocidos.
Algo especialmente notorio en Fiyero, encarnado por la estrella de Los Bridgerton, Jonathan Bailey. Este príncipe heredero es una versión en el mundo de la fantasía del acostumbrado chico guapo de la escuela. Solo que el actor le brinda un encanto pícaro que lo aleja lo suficiente del cliché como hacerlo divertido. Es evidente que el actor se lo pasa en grande cantando y con las elaboradas coreografías. Pero también que entendió que este interés romántico — que estará en el centro de un triángulo amoroso — es un hombre sensible. Lejos del canalla bonachón del original y más cercano a un arrogante con momentos sensibles, es uno de los mejores elementos de Wicked.
A los personajes principales les acompaña un elenco de reparto de lujo. Del mago de Oz y figura universitaria prominente, interpretado por Jeff Goldblum, a la dulce y trágica Nessarose (Marissa Bode), hermana de Elphaba. El mundo de Oz está lleno de figuras ambiguas, en busca del amor o que ocultan críticos secretos. Se lamenta que la cinta no dedique más tiempo a sus secundarios, pero es evidente que se trata de una decisión consciente, en espera de la segunda parte.
Un mundo bien construido, aunque poco ambicioso
Wicked encuentra sus mejores momentos cuando intenta ser algo más que deslumbrantes escenarios visuales o un homenaje a la obra de teatro. En realidad es evidente el respeto, más que reverencial, por el original. Esto provoca que la película parezca que, a veces, le cuesta atreverse a innovar o dar un giro independiente a la historia conocida. Interesada en mostrar escenas icónicas, en ocasiones el tono de la película es más de homenaje a un relato clásico de la cultura pop que a una cinta con sus propias preocupaciones. Claro está, se agradece su atención al detalle y el respeto a un musical, pero hay una sensación constante de que la cinta podría ser mucho más. Aun así, y a pesar de sus limitaciones, la cinta es un entretenimiento de primer nivel y un espectáculo visual que emociona.
Como era de esperar, su mayor punto a favor es el apartado musical. Ariana Grande tiene sus mejores momentos cuando canta y, aunque se echa de menos la precisión de las canciones teatrales, su versión pop y cinematográfica es pulida y sensible. Las clásicas canciones como Popular y Defying Gravity, tienen un ritmo renovado, con números musicales bien planeados y coreografiados. Las recordadas Dancing Through Life y One Short Day también tienen un momento para triunfar en la pantalla grande.
Para su final, Wicked se siente como una aventura que apenas alcanza su punto más brillante y que reserva lo mejor para el final. Con todo, no se siente incompleta, sino como una historia que continuará de forma más espectacular y, si se quiere, con un tinte más oscuro. Elphaba tiene mucho que todavía que contar y Oz, también, un gran universo que narrar. Algo que queda claro en el emotivo cierre y la faceta más emocionante de una obra encantadora.
FUENTE: HIPERTEXTUAL